En el barrio Lavapiés, entrevisté una mujer que se ha traslado desde Argentina en 1968 y ha estado viviendo allí desde entonces. Era un poco mayor, no obstante tenía una personalidad agradable. Posee una pastelería, donde parece disfrutar de trabajar. De hecho, rara vez disfruta de ir a otra parte. Tal estilo de vida, junto con el maquillaje exagerado, presentaron a la mujer como una persona estereotipada ancianos de ese barrio (que a menudo es un inmigrante); en definitiva, su imagen y su tono cansado sugirieron que, como todos los inmigrantes de Lavapiés, estaba atrapada y no sería capaz de salir.
En cuanto a los estereotípicos del barrio, la entrevistada confirmó muchos de ellos a través de sus respuestas francas. Aparte del simple “sí” y “no” a casi todas las preguntas, su lenguaje corporal sugirió una falta de interés y un aburrimiento familiar con la vida. Por ejemplo, cuando le pregunté si se sentía segura en el barrio, o si había algunos problemas de seguridad, simplemente me contestó, “sí”. Además, cuando le pregunté si el barrio tenía suficientes ofertas culturales, deportivas, de ocio, o buen servicio de transportes, otra vez, solamente respondió “sí”. Tal vez estaba cansada ese día, no obstante yo le pregunté explicara con más detalle, y me contó que el metro era mejor que el autobús y que el barrio había suficiente ofertas culturales. Más aún, me contó que Lavapiés tenia problemas de seguridad por lo robo; por supuesto sólo el mínimo. A pesar de que ella fuera simpática, me fui de la tienda con una sensación de ligera decepción, y yo no sabia si era o no debido a su falta de energía, o porque yo había tenido expectativas poco realistas de la entrevista; ahora, pienso que era una combinación de ambos.
Me parece que en general para los inmigrantes, por culpa de la lucha inherente y constante con la asimilación, un inmigrante se cansa con facilidad, y por lo tanto no puede, y simplemente, no disfruta los aspectos positivos de su nueva situación. Como una consecuencia, a menudo se alía con personas que comparten una historia similar, y por tanto no madura. Del mismo modo, la entrevistada me explicó que a pesar de que el barrio se definía por su diversidad cultural, es la misma razón que no le gustaba Lavapiés mucho. Sin vergüenza, me dijo que no le gustaba que haya tantos inmigrantes en el barrio. Por lo tanto, aunque está de acuerdo en que el barrio podría ser un atractivo cultural, cuando le pregunté si quería seguir viviendo allí, simplemente respondió que no tenía otra opción.
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